Si bien a priori en cuestiones ideológicas están de lados opuestos del mostrador, en el aspecto de cómo se comportan con la libertad de prensa son muy parecidos.
Estos últimos días el presidente de la Nación, Javier Milei, tuvo nuevos comentarios descalificantes respecto a la actividad periodística de algunos de los miembros de los medios de comunicación y de algunos medios reconocidos en si mismo.
Por supuesto, los ataques constantes y agresivos fueron rápidamente contestados por la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) que alertó sobre un “clima de hostilidad e intimidación de la labor periodística”.
Para aquellos que aún no saben lo que dijo el presidente, reproducimos algunas de las frases más recalcitrantes contra el periodismo. Los acusó de querer “ser tratados como profetas de la verdad única e incontrastable” a quienes “no se puede criticar, ni desmentir, ni corregir” porque de lo contrario “es castigado al unísono por todos los miembros de la corporación y sus agrupaciones”.
También aseguró que “el periodismo se ha corrompido, ensuciado y prostituido al calor de los sobres y la pauta oficial”, que “la extorsión es moneda corriente. La mentira, la difamación, la calumnia son algo frecuente también”.
Por último, explico que “no nos vamos a quedar callados frente a las operaciones, la mentira, la calumnia, la injuria o la difamación. Vamos a contestar. Vamos a decir nuestra verdad. Vamos a bajarlos de esa Torre de Marfil en la que creen que viven”.
Ante esta ola de acusaciones, Milei no se olvidó de nombrar a varios periodistas a los que “atendió” de manera particular, como los casos de Marcelo Bonelli, Jorge Fernández Díaz, Joaquín Morales Solá, Romina Manguel, Víctor Hugo Morales, María O’Donnell, Silvia Mercado y Luisa Corradini, entre otros, en una sucesión de descalificaciones que también incluyó a los diarios Clarín, La Nación y Perfil.
Es llamativo que en el nombre de la “libertad”, el jefe de Estado tenga comportamientos tan preocupantes contra el periodismo de manera generalizada, porque puede haber alguien que obre de mala fe, pero ello no implica que toda la prensa tenga que ser condenada por una persona, sea quien sea esa persona que acusa. Por otro lado, no está mal no coincidir con los periodistas y sus editoriales; se puede discernir, claramente, pero con argumentos sólidos, válidos, sin descalificar y sin ser agresivo.
El presidente demuestra un grado de intolerancia total contra aquellos que opinan diferente a él o a su gestión. Pero el periodismo tiene que estar para marcar, entre otras cosas, las falencias de los gobiernos, sea del presidente que sea. Para eso la Constitución Nacional proclama la libertad de expresión.
Estas intromisiones de Milei contra la prensa hacen recordar a mediados de la década del 2000 cuando Néstor Kirchner también libró una batalla contra los medios de comunicación y contra algunos periodistas. Por aquél entonces los blancos preferidos eran Clarín con el famoso “¿qué te pasa Clarín, estás nervioso?” y el canal de noticias Todo Noticias. El relato era “Clarín miente, TN desinforma”. Todo ello en el marco de querer aprobar una nueva ley de medios, la lucha por papel prensa y la guerra contra Héctor Magnetto, Director Ejecutivo del Grupo Clarín.
La historia es cíclica dicen, se repite periódicamente. Bueno, aquellos ataques a la prensa perpetrados por el kirchnerimo, escudados entre otros en el gremio de Hugo Moyano bloqueando la planta de Clarín para que no salgan los diarios y todas las formas de agresión que sufrieron los periodistas de esos medios o de todos los medios que no le escribían “el diario de Irigoyen” a Néstor Kirchner, hoy vuelven con nuevas agresiones verbales y físicas expresadas en un gobierno ideológicamente opuesto al anterior mencionado.
El avance de la extrema derecha, o del outsider, como quieran llamarlo a Milei tienen características que rozan lo déspota. Dice que quiere la libertad, que supuestamente no teníamos con el kirchnerismo, pero él hace algo similar queriendo coartando expresión de la prensa. No obstante, ello, postea en sus redes un “ME ENCANTA”, en alusión a la repercusión que tuvieron sus dichos contra la prensa. Y, la verdad, no se espera otra cosa de un nene caprichoso.
La enseñanza que nos queda como periodistas es que no se trata si dicen ser de izquierda o de derecha, se trata del tipo de persona que son los que tienen el poder. En estos dos casos, ambos extremos resultan ser adversos para la actividad periodística y sus integrantes. Pero también para la sociedad toda porque ésta se informa a través de los medios de comunicación y una actividad periodística censurada o que se autocensura por temor, es desinformar a la población. Si Milei no se quiere parece a Cuba ni a Venezuela está errando el camino, por lo menos es ese aspecto.