El atroz encanto de ser periodistas

Es una vocación cada vez más difícil de ejercer en los tiempos que corren. Los cambios socioeconómicos, culturales y de consumo hacen mella en la profesión de la libertad de expresión.Es un 7 de Junio que invita a la reflexión más que a los saludos de rigor de cada año para los periodistas de este país.El periodismo pasa por un momento evidente de crisis. Esta vez no hablamos de censura o persecución, hablamos de una crisis de identidad, de dinero y de un mercado que cambió completamente de un año a esta parte. Pero hay algo más grave aún y que, si se quiere, hace al trasfondo de lo que aquí planteamos: vivimos una época de crisis de valores, donde todo está en duda y ello salpica todo y a todos.No somos ingenuos y creer en el idealismo de la búsqueda de la verdad sin contaminarse con intereses espurios que –para muchos de nosotros es una tentación diaria- sin tener en cuenta que para poder llegar con nuestro mensaje, con nuestra crónica, con nuestra denuncia, se necesitan recursos.

No necesariamente se los obtiene por izquierda, pero lo cierto es que cuando la crisis económica ajusta, lo primero que sufre el achicamiento son esos gastos “superfluos”, como la publicidad y propaganda que dan vida a la difusión de lo que tenemos para informar y para opinar. Y claro, es cuando más accesible se tiene aquellos recursos de origen dudoso que terminan por contaminar el mensaje y –como observamos- al mensajero.Muchos toman ese camino, no decimos que sea el más fácil, pero camuflado por la explosión de las redes quizás pasa desapercibido. Otros apelan al esfuerzo y se sustentan en otras labores relegando esta pasión que sufre del rigor que realmente merece.Pero no se trata aquí de hacer periodismo de periodistas. Nunca lo hicimos y creemos que no nos corresponde, no es ético y en eso siempre seguiremos honrando la línea editorial que nos caracteriza.Y desde ese lugar tenemos que reivindicar el esfuerzo y la labor de los medios locales, a los que pertenecemos, porque son ellos los que llevan la información de lo local y cotidiano a los vecinos, cosa que en medios de tirada nacional no van a encontrar. Muchos debieron aggiornarse a los nuevos tiempos ante el encarecimiento de la tinta y el papel que obligó a la digitalización y la virtualidad en la forma de difundir la información.Esos nuevos tiempos que también inmiscuyó lo político en los medios en tal medida que la “grieta” invadió todo; comenzaron a haber periodistas militantes que no admiten fisuras en su líder, se profundizaron las operaciones de prensa desde cualquier sector político, los diarios fueron identificados según su ideología política y desaparecieron los medios neutrales. Todo ello llegó al lector-televidente que vio afectado su consumo sin saber a quién creerle al momento de leerlos.Las redes sociales son otro factor clave de esta época que atentó contra la función de los periodistas.

Los cambios en los hábitos de consumo fueron fuertes y rápidos. La gente comenzó a leer noticas –no a informarse- a través de Facebook, twitter e Instagram, lejos de la costumbre de ojear un diario o separar los suplementos. En ese mundo virtual nos encontramos con mayoría de fake news, y sugerencias del algoritmo para que veamos ciertas publicaciones en un mar de posteos de dudoso origen.Un duro golpe –para los que peinamos canas- es observar cómo los otrora kioscos de diarios y revistas lo que menos que venden son publicaciones impresas: juguetes, perfumes, churros y bolitas, e incluso hasta se puede ir a retirar pedidos de compras realizadas por aplicaciones.Hay que entender que los cambios que se produjeron en la última década son realmente innovadores y hasta aterradores donde los medios de comunicación y los periodistas deben acomodarse para no quedarse al margen de la sociedad que viene, cumpliendo el rol que siempre tuvieron: contar cómo suceden los hechos. Poco para festejar sí, mucho para reivindicar.

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