Las cifras de desocupación se disparan en un contexto pandémico que dificulta la generación de empleo genuino, mientras la gente se reinventa para llevarse el pan a la mesa todos los días.
Más de 220 mil personas se quedaron sin trabajo desde el comienzo de la cuarentena en marzo de 2020 hasta diciembre des mismo año, según informó el Indec, a pesar de las restricciones para despedir gente que había impuesto el gobierno nacional.
Es claro que la pandemia y la cuarentena por Covid-19 influyeron directamente en la generación de puestos de trabajo genuino y en los despidos. Para reconstruir al país se deberá hacer un gran esfuerzo porque el 11 por ciento de desocupación equivale a 2 millones 100 mil personas, la peor cifra desde 2004.Más allá de los números, no hay que perder de vista que lo que reflejan esos datos son personas, son familias que se quedan sin su sustento principal que es lo que les sirve para vivir -o sobrevivir en estos tiempos-, son niños que probablemente no hagan ni siquiera dos comidas diarias, es más pobreza, desnutrición, indigencia.
Hoy, 1° de Mayo, Día del Trabajador, no hay mucho para celebrar. Es más bien una fecha para reflexionar, pensar qué es lo que hicimos mal y, sobre todo, “cranear” cómo se va a hacer para que esa gente desocupada vuelva a tener un trabajo que lo dignifique y que sea su sustento: pero trabajo en serio, registrado, no en negro como en el que suelen estar millones de argentinos. Seguramente, aquél que tiene un empleo fijo pueda este día hacerse el típico asado del 1° de Mayo y en buena hora que lo haga, que celebre que tiene un sueldo todos los meses.
Pero no perdamos de vista a quienes están pasando necesidad porque hoy no tienen un laburo, ni siquiera una changa. Ojala pronto se pueda ir sorteando la pandemia y que la reconstrucción (una nueva y van) del país se dé de una vez por todas para todos.