El prestigioso doctor falleció a los 91 años de edad, pero dejó un legado que se replica en su familia. No solo tuvo el reconocimiento de la comunidad internacional, también de la sociedad argentina en general.
Este 7 de diciembre, a los 91 años de edad, dejó de existir el afamado doctor Hugo Dionisio Nano, luego de que no pudo resistir una neumonía. El prestigioso profesional fue creador de las primeras clínicas dedicadas exclusivamente a la oftalmología en Argentina.
Tan importante fue su aporte para la sociedad y para las “personas con ojos enfermos” (tal como lo describía él) que el velatorio se llevó adelante en el salón Dorado de la Municipalidad de San Miguel y el propio intendente municipal, Jaime Méndez, lo despidió con un sentido escrito en sus redes sociales, partido donde fue nombrado vecino ilustre.
“En este día doloroso, queremos acompañar a la familia del Dr. Hugo Nano y a todos sus seres queridos. Fue un vecino destacado de San Miguel, reconocido nacional e internacionalmente por su gran aporte a la oftalmología y a toda la comunidad de no videntes”, expresó.
Nano también fue creador en San Miguel de la Fundación Nano, dedicada a prevenir, curar y rehabilitar la discapacidad visual. Cirugías gratuitas en las comunidades más postergadas del país, campañas de detección de cataratas, retinopatía o glaucoma, talleres de oficios, arte y deportes para personas con ceguera o baja visión son algunas de las acciones que el doctor Nano impulsó.
Junto a su hija María Eugenia Nano y la directora de su Fundación, María Bayá Casal, también participó en las maratones que organizaba para concientizar sobre la ceguera.
Cabe destacar que fue distinguido en Estados Unidos por la Academia Americana de Oftalmología y admirado por cientos de profesionales que aprendieron a su lado.
En uno de sus últimos trabajos, a los 90 años viajó a Chaco para participar de los operativos de cirugías de cataratas que su fundación llevó a cabo en Fuerte Esperanza, comunidad aislada del Impenetrable.